La “medicalización de la vida” ha provocado que muchas circunstancias que no son patológicas, sino situaciones vitales o de la vida cotidiana que son etiquetadas erróneamente como trastornos de ansiedad o insomnio, acaben siendo tratadas con psicofármacos, según se ha puesto de manifiesto en el XXIX Congreso Nacional de Medicina General y de Familia, que celebra en Granada del 14 al 17 de junio.
Según la Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España (EDADES 2022), las benzodiacepinas se han convertido en la tercera sustancia de adicción en España. Es decir, que después del alcohol y el tabaco, es la sustancia con mayor consumo adictivo de España, por encima del cannabis. EDADEs también nos desvela que el 9,7% de la población española había consumido hipnosedantes con o sin receta en los últimos 30 días, mientras que el 7,2% de la población reconoce consumir a diario estos fármacos.
Según los datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), en España se consumen 110 dosis al día por cada 1.000 habitantes. Los países que nos siguen son Bélgica y Portugal con 80, mientras que en Alemania de esta sustancia tan solo se consumen 0.4 dosis/día/1.000 habitante.
Estas cifras tan alarmantes han llevado a la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) a poner el foco en la deprescripción de bezodiacepinas dentro de su cita anual más importante, cuya XXIX edición se celebra este año en el Palacio de Congresos de Granada. Los encargados de profundizar en el tema han sido los doctores Antonio Torres y Rafael Castro, responsable y miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la SEMG, respectivamente.
“Sin negarles su uso adecuado y buen perfil farmacológico, el consumo de benzodiacepinas se ha convertido en un problema para la salud general”, según Torres. En parte esto puede deberse a su gran capacidad de adicción. “Su forma de actuar sobre los receptores cerebrales inducen adicción” por lo que se produce una “resistencia al abandono por parte de los pacientes, siendo uno de los principales factores que favorecen su continuidad”, según el responsable de Salud Mental de la SEMG.
“El consumo sin receta es bajo pero creciente, ya que la mayoría se siguen obteniendo con prescripción” por parte de quienes los consumen, sin ser conscientes de los graves efectos adversos que tienen este tipo de fármacos. Entre los principales efectos negativos están el aumento de la mortalidad general en sus consumidores habituales, la debilidad muscular, ataxia, sedación, alteraciones de memoria y de las fases de sueño o reacción de discontinuación, lo que lleva a un aumento de los accidentes.
Uso en depresión
Por su parte, el doctor Castro ha explicado en el congreso de Granada cuándo es adecuado su uso en la depresión, la primera causa de discapacidad en el mundo. “Suele ser una práctica habitual el inicio de un tratamiento depresivo con ansiolíticos a la espera de que la fenomenología ansiosa, que no siempre es la predominante, mejore al estar el paciente más tranquilo. Siempre contando con “un plan de desescalada cuando la medicación antidepresiva llegue al tiempo óptimo de acción”. Sin embargo, hay personas y a veces incluso con consentimiento médico, que dejan de tomar el antidepresivo tras la fase de estabilización de la enfermedad, manteniéndose sin e die la toma, pautada u ocasional de una benzodiacepina, según ha advertido el doctor Rafael Castro. Esto ha llevado a la puesta en marcha de campañas informativas como Benzostopjuntos en Andalucía.
En cuanto a las causas del aumento de este tipo de sustancias, puede deberse, según Castro, a que estamos viviendo una intolerancia a cualquier trastorno emocional que empuja erróneamente a la citada “medicalización de la vida”. Existe un gran temor a la pérdida de salud y esto conlleva un incremento de medicación y consultas que, en otra época de la historia, podrían haber sido más banales, pero ahora ese sentimiento de debilidad emocional y física hace que se consulte absolutamente todo». A esto hay que sumar a que “vivimos en una sociedad competitiva y estresante en la que debemos sostener rutinas que exigen mantenerse al límite del rendimiento sin angustia y sin claudicaciones”, según los representantes de la SEMG.