“How to Have Sex”, el exitoso debut de la británica Molly Manning Walker, se estrena el Filmin el viernes 12 de julio tras ser galardonada en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, en el Festival de Valladolid y su estreno en cines el pasado mes de marzo distribuida por Avalon. La película sigue a tres adolescentes británicas que hacen su viaje de fin de curso a Creta (Grecia) con la expectativa de que sea el mejor verano de sus vidas: es el tiempo de los excesos y de las primeras veces. Sin embargo, estos ritos iniciáticos empapados de alcohol y sexo, llevan consigo grandes cargas de presión social y dudosas prácticas alrededor del consentimiento.
La directora toma como inspiración sus propios viajes preuniversitarios a lo spring break, que rememoró tras reunirse con sus compañeras de colegio años más tarde: “Les dije que recordaba haber visto cómo le hacían una mamada a un chico en el escenario de una discoteca, medio convencida de que me lo había imaginado, pero todas lo recordaban de la misma manera”, explica Walker. Y este fue el empujón que necesitaba para escribir su historia: “No me había dado cuenta de cuánta influencia sexual habían tenido esas vacaciones en mi vida, y no solo en la mía, sino en la de todos con quienes hablé en ese encuentro. Ese tipo de vacaciones son mundos construidos alrededor de la presión sexual; es muy extraño”.
Con este relato, Walker se sumerge de lleno en un resorte de Grecia, pero que bien podría estar situado en Magaluf, para desmitificar los viajes de los jóvenes británicos no privilegiados, conocidos como turismo de botellón, de los que se presupone un desfase fiestero sin reglas, pero en los que en realidad se imponen las propias leyes de la socialización juvenil y las formas de presión social sobre la sexualidad y la pérdida de la virginidad. Asimismo, la película cuestiona los matices del consentimiento, una cuestión muy delicada y política en la que el deseo real de la mujer acostumbra a ser ninguneado. La directora se explaya aquí, de forma muy honesta, en qué pasa después de que los labios de la víctima hayan pronunciado “sí”, pero su cuerpo haya dicho “no”; esa vergüenza y ese silencio al que la sociedad no da espacio para respirar.