Corría el año 1996 y la entonces relaciones públicas de Reserva Park (Mallorca) se encontraba de vacaciones con su marido en Asturias. Les acompañaba el que fuera director del parque, el arquitecto paisajístico Luis Jiménez, quién también iba acompañado de su familia.
Amantes de la naturaleza, y buscando inspiración para el futuro centro que abriría meses después en la Sierra de Tramuntana, acudieron a un parque asturiano dónde una pareja de osos foráneos habían tenido a 3 cachorros en cautividad.
Al no poder hacerse cargo de ellos, y no haber encontrado a nadie que se los pudiese quedar, les comentaron que los iban a sacrificar. Sólo tenían dos meses y medio y Joana Pujol y Luis Jimenez pensaron enseguida en la posibilidad de traerlos a Mallorca.
De hecho, en aquella época Reserva Park ya pretendía ser un refugio para los animales recuperados, como lo es ahora. Un lugar dónde pudieran seguir viviendo ejemplares enfermos, tullidos o, como en este caso, rechazados y sin posibilidad de vivir en libertad.
La apuesta fue grande porque nunca antes habían venido osos a la isla y, sólo su transporte, fue una odisea, al igual que lo fue obtener los correspondientes permisos para poder cuidarlos al llegar a Mallorca. Pero lo consiguieron.
Así fue cómo los 3 hermanos, Gregal (ya fallecido), Xaloc y Tramuntana, que era la única hembra, fueron instalados en una cocina de campo que Joana Pujol tenía en su casa de Son Serralta (Mallorca).
Desde los dos meses y medio hasta los cuatro, Joana alimentó a los cachorros con biberones de leche infantil en polvo. “Se tomaban tres biberones al día cada uno, y la farmacéutica a la que le encargaba la leche no daba crédito con todo lo que compraba”, recuerda.
A los cuatro meses empezaron a comer papillas de fruta, y el veterinario que les hacía seguimiento confirmó que estaban creciendo muy bien. Ya con cinco meses, los llevaron a pasar el día a Reserva Park, y aquello era una fiesta. “Todavía andaban sueltos, se subían a los árboles, y para llamarlos de vuelta les ofrecíamos miel, su alimento preferido”, explica.
Los oseznos crecían, y con ellos sus zarpas, convirtiéndolas en armas involuntarias que a veces afectaban a los brazos de sus cuidadores, y a todo el mobiliario de la casa de Joana.
Todo eso sucedió hasta que, al cumplir más o menos los ocho meses, vieron llegado el momento de dejarlos de manera permanente en su nuevo hogar en la montaña.
Allí se les construyó un refugio protegido para evitar que se escapasen y, al mismo tiempo, que pudiesen llevar una vida lo más plena posible, a pesar de estar en cautividad.
Y allí han vivido desde entonces, excepto Gregal, que falleció en 2020 debido a la artrosis que padecía, y que ahora también sufre Xaloc, ya que al parecer es algo congénito.
Joana Pujol recuerda con cariño aquella época en la que crió a 3 oseznos, teniendo ella misma un niño de 12 años, y cómo la casa se llenó de curiosos durante todos los meses que los tuvo.
Evoca cómo jugaban todos juntos, cómo su pelo áspero nada tenía que ver con el de los típicos osos de peluche, y lo que les encantaba bañarse en un barreño en el jardín, entre muchas otras anécdotas.
Pero también rememora, y constata, cómo a pesar de la alegría y el tiempo compartido, los osos son animales salvajes que no muestran sentimientos de cariño.
Y hoy viven tranquilos, ajenos a la visita que en alguna ocasión les ha hecho su antigua cuidadora, acompañada de su hijo y de sus dos nietos de 5 y 9 años.
Un encuentro que, a falta de palabras, ha sido muy emotivo para la familia que acogió a los primeros osos que llegaron a Mallorca, permitiendo que se convirtieran en parte de la leyenda de Reserva Park.